¿Imaginemos
que en Sri Lanka o en Patagonia un autor, está haciendo una obra genial, podría
perderse y no reconocerse su valor?
¿Hoy
en millones de productos culturales, de todos los formatos, en esa masa ingente,
no se pueden perder obras maestras o geniales?
La
cuestión es, si hoy, como en el pasado se habrán perdido obras que rozan la
maestría o la genialidad, pero no se reconocen.
Un
libro o un cuadro o un poema o un ensayo llevan dos firmas, la del autor-escribidor
y la de su época. Ambas se necesitan para que perdure.
Una
obra de cultura es lo que sea en sí misma, pero también lo que digan sus
coetáneos. Si una obra no es admitida por su tiempo desaparecerá.
Debo
aceptar la realidad he fracasado como escritor, como artista plástico, como
pensador, como filósofo. Me guste o disguste esa es la verdad.
No
sé si he perdido el tiempo, recursos, energías, posibilidades por dedicarme
toda la vida a la creación e investigación cultural.
Creo que la idea y creencia de Dios,
hizo que en la segunda guerra mundial, muchas personas fuesen mejores o no
fuesen peores. Y hoy también.
Aunque
no existiese Dios, cosa que nadie ha demostrado, aunque existan cientos de
civilizaciones extraterrestres. Todavía necesitamos a Dios.
No
perdonan, dicen, que una obra tan vanguardista y de tantos significados, como
Cuadernos o Enciclopedia no reniegue de Dios. No lo haré.
Nunca
he renegado de Dios, exista o no exista, espero no hacerlo, para mí Dios y la
literatura y la filosofía y el arte plástico como vocación van unidos.
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