Artículo Periodístico 499º: “Juicios temerarios”[1].
0.
Se podría definir o describir el juicio temerario como enjuiciar a una persona
o un colectivo de forma no correcta, no teniendo suficientes datos, ni
conocimientos, ni conceptos, ni muchas veces tener que juzgar tú a nadie que no
seas tú, y sobretodo hacerlo con poca ponderación, poca piedad y poca
misericordia, poca prudencia, poca racionalidad, poco sentido común, poco saber
y poca ciencia ortodoxa. Se considera que es una verdadera epidemia en algunos
ambientes, en algunas entidades sociales, en algunos individuos lo cual causan
enormes males a sí mismos y a los demás.
1.
Incluso al enjuiciarnos a nosotros mismos, conceptos o ideas o hechos o actos
que hayamos realizado tenemos que hacerlo con misericordia y piedad, pero
también con conocimiento de causa, con datos y con saber ortodoxo. Incluso nos
juzgamos a nosotros mismos, muchas veces, sin conocimiento suficiente, sin
misericordia, sin piedad, sin conmiseración. Pero desde luego, demasiadas
veces, lo hacemos con los demás. Parece que estamos deseando que el otro o la
otra persona haga algo o diga algo o vislumbremos que ha dicho algo o ha hecho
algo para ponerlo en “el medio de la plaza y que todo el mundo le tire
tomates”, sean reales o sean dialécticos o sean del lenguaje… parece que muchas
veces, disfrutamos quitándole al otro la buena fama y su honor, es decir,
caemos en la maledicencia…
-
A veces da la sensación que para nosotros superar nuestros complejos o nuestro
aburrimiento o desidia o pereza, complejos sean de inferioridad o sean de otro
tipo, nuestras heridas-traumas, sean de un tipo o sean de otro, que se borre
nuestros errores, sean nuestros o de algún miembro de nuestra familia, o que no
se hable de nosotros o de nuestra familia, pues ponemos el ventilador y
aprovechamos cualquier resquicio, para realizar juicios temerarios y la
maledicencia para minusvalorar a los demás, o a otras personas concretas.
Quizás no a todos, sino a algunos… juntamos muchas veces, el combinado de
juicios temerarios, maledicencia, rencor-odio-inquina hacia otras personas, o
hacia personas concretas.
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Hay distintas personas con distintas razones para caer en los juicios
temerarios:
Por
orgullo y soberbia y vanidad y así de ese modo, juzgando a los demás malamente,
no teniendo en cuenta sus actos buenos, sino solo sus actos malos, y juzgando
lo indiferente como malo, e incluso lo que no sabemos si es bueno o malo como
malo, nos sentimos superiores a esas personas…
Por
traumas y heridas personales o familiares, de tal modo, que al juzgar al otro,
nosotros nos sentimos aliviado, porque si hemos caído en una falta similar,
nosotros o nuestro entorno, así ya no somos solos. O se olvida nuestra falta
para recordar la de los demás. Se va tapando nuestros errores para que se
olviden y que se recuerden lo de los demás.
Por
tener un carácter o personalidad agrio o un carácter malhumorado, muchas veces,
estas personalidades se pueden tapar o esconder o camuflar como personas
alegres e incluso extrovertidas y dicharacheras, pero tienen en el fondo un
carácter duro o bronco o agrio con distinto grado de dureza. Por lo cual
necesitan juzgar a los demás, y juzgarlos negativamente… No suelen tener
misericordia y piedad y conmiseración de los demás, de las debilidades de los
demás, incluso juzgan demasiado pronto, es más juzgan y sentencian demasiado
pronto, por eso caen en los juicios temerarios y muchas veces en la
maledicencia.
Hay
quienes juzgan el mal de los otros o el supuesto mal de los otros, para así
sentirse mejores que ellos, y así sentir el bien que ellos o ellas hacen, real
o supuesto, o para creer que van en el buen camino, o para sentirse superiores
moralmente o para superar diríamos sus heridas y faltas concretas, para sentir
que han superado ya problemas morales y éticos o espirituales del pasado, y
ellos ya no caen en esos defectos.
Aquellos
otros con una combinación de causas anteriores, al ver las faltas del prójimo,
reales o imaginarias o exageradas, o juzgadas de forma incorrecta y de forma
inmisericorde atenúan sus problemas de conciencia, se perdonan a sí mismos, por
faltas semejantes, sienten una especie de catarsis al ver los errores de los
otros, para perdonarse a sí mismos, para poder vivir y existir consigo mismos…
También
existen aquellos que les gusta averiguar las vidas de los demás, comprender sus
existencias, incluso entender sus más profundos deseos y pasiones y conceptos o
ideas, sus más profundos proyectos de vida. Utilizan a los demás como una
especie de “cobayas experimentales”, al menos en forma de pensamiento e ideas,
y así intentan averiguar el misterio y el enigma humano, y así de ese modo
sentirse superiores a los demás, o alcanzar ventajas sobre los demás, etc.
Se
suele caer muy fácilmente en juzgar de forma temeraria y muy gravosa a quién es
nuestro adversario o así lo creemos nosotros, a quién no estimamos, pero
juzgamos muy livianamente a las personas que queremos o estimamos. Juzgamos por
lo general mal, a los que no nos importan y no nos interesan, es más queremos
que caigan en faltas morales o nos las inventamos, para así convencernos a
nosotros de no otorgarles nuestra amistad, pero juzgamos muy dulce y
livianamente a quienes queremos, enseguida, se dice que hay que ver si eso es
verdad, si eso es cierto, y si es cierto se ponen mil excusas para que la
sentencia sea muy débil…
Ni
al que amamos lo juzgamos con racionalidad y sentido común, y al que no amamos
tampoco, al primero somos muy pacientes y prudentes, y al que no estimamos o no
amamos muy imprudentes y muy poco pacientes… por tanto, caemos en ambos casos
en juicios temerarios, cuando no en maledicencia, especialmente al que no
estimamos…
2.
¿Qué remedios podemos poner a esta costumbre o hábito, que suele estar tan
extendido, en la mayoría de individuos, y que hace un enorme daño al propio
individuo que realiza estos actos, a las mismas familias en sentido amplio, a
las entidades laborales y a todos tipos de entidades sociales, y por tanto, a
la sociedad en su conjunto y por consecuencia también al Estado? ¿Incluso en
los medios de comunicación de masas se ha caído a y en este defecto, incluso en
los distintos oficios y profesiones, en todas las clases y estratos sociales,
etc.?
-
El origen de muchos juicios temerarios está en el odio, inquina, envidia,
rencor, cólera hacia determinadas personas, por tanto hay que combatir no solo
el juicio temerario, sino el origen de ese juicio temerario, que es el rencor o
la envidia o la cólera…
-
No olvidar que si no te compete juzgar no juzgues, y que para juzgar hay que
oír a las dos partes o a todas las partes, y después tener conocimientos de
conceptos e ideas del tema, y también tener en cuenta las circunstancias y
todas las variables… por tanto, no juzgues y deja que el tiempo cure las heridas,
y que el tiempo ponga a cada cosa y a cada persona en su lugar… A veces,
incluso en las familias, en sentido amplio, se juzga y se sentencia a una
persona, y se le silencia y se le castiga y se le margina, y jamás se ha
escuchado a esa persona, y se le deja en la soledad más profunda durante
décadas, porque alguien de esa familia ha juzgado y sentenciado y ha llorado,
pero nunca se ha preguntado a la otra persona, a la que es la que se ha juzgado
en ausencia, sin escuchar su parecer, y muchas veces, se sentencia malamente a
la persona con mejor buena voluntad, y se juzga bien a las personas de menor
buena voluntad, cuando no de mala voluntad…
-
Hay que analizar si esos juicios temerarios nacen de rencillas del pasado, o
incluso rencillas y odios que pueden venir de generaciones anteriores a tu
misma persona, hay que analizar si vienen porque hemos caído en algún error o
pecado capital o falta moral capital, como antiguamente se decía, si se debe a
la avaricia, la envidia, la lujuria, la pereza, ira-cólera, etc., en relación a
esa persona y por tanto, la juzgamos tan duramente, estamos deseando que caiga
en algún error, o nosotros mismos juzgamos un error cuando no es un error… O
haya cualquier otra desavenencia, por cualquier razón de la existencia, un motivo
precedente…
-
La cura de muchos males es no meterse donde no te han llamado, el segundo
remedio es estimarse de forma correcta a uno mismo, en tercer lugar, no meterse
en líos, sean de actos o de palabras de juzgar a los demás, si no te compete, y
no es por necesidad o imperativo legal o moral claro y evidente, en cuarto
lugar, utilizar de la prudencia, si tú juzgas negativamente a alguien,
posiblemente le pueda llegar ese juicio a esa persona, y tendrás si no un
adversario, si alguien que no te estimará, quinto lugar, ten en cuenta que no
conoces la situación o circunstancias que estás juzgando, no eres ni parte, ni
juez, no tiene datos suficiente, por tanto, sé prudente contigo mismo y con los
demás, sexto, no olvides que según como juzgues, posiblemente de la misma
manera te juzgarás a ti mismo, o te juzgarán a ti los demás, con la vara de
medir te medirán, posiblemente, quizás de forma más negativa que la que tú
utilices… séptimo, no sabes las circunstancias que tendrán dentro de diez o
veinte años, y lo que ahora juzgas sin prudencia, puede que te suceda a ti o a
tus descendientes dentro de diez o treinta años…, octavo, ten misericordia y
piedad contigo mismo y con los demás, de ese modo te evitarás muchos
problemas…, noveno, estimar a las personas, a sí mismo y a los demás, es la
forma de no juzgar de forma involuntaria, sin piedad, sin datos suficientes,
etc., y décimo, no puedes negar estar en el medio social en el que estás, no
puedes negar la realidad humana individual y social, no puedes vivir aislado,
pero cuándo veas que se está juzgando a los demás, sin suficientes datos y sin
escuchar a los interesados, ten mucha prudencia, no vayas a caer en un mal
mayor que el que ya existe. Cuántos males se habrían anulado o reducido si no
hubiésemos metido la nariz donde no teníamos razón, ni parte…
-
No olvides que tú no te conoces a ti mismo, en toda tu profundidad, menos aún
conocerás a los demás, no puedes negar la realidad interior y exterior, y desde
luego tienes que defenderte del mal de uno mismo y del mal de los demás, por
tanto, debes ser prudente, no juzgar a los demás, pero si hay datos o indicios,
tienes que tenerlo en cuenta, porque muchos han caído en errores graves, por
juzgar muy temerariamente, pero otros han caído en errores graves, por no tener
en cuenta, los datos o indicios de mal que podrían existir en otros seres
humanos. ¿Cuál es el término medio señor Aristóteles, cual es la verdad y el
término medio, pues como en toda cuestión moral esto es lo difícil de
averiguar…? ¿No podemos negar el bien de los demás, tampoco podemos negar el
mal de los demás, ni los males, ni los bienes que causan los demás, no podemos
llamar bien al mal, ni mal al bien, no podemos negar que existen males y
existen bienes, hábitos buenos y hábitos malos, personas que han caído en un
mal o en un error moral grave y personas que no han caído o han caído en otro,
personas con hábitos buenos y personas con hábitos malos…? ¿No juzgar
temerariamente, no debe llevarte a no ser consciente del mal y de los males de las
personas y del mundo, ni tampoco del bien y de los buenas de las personas del
mundo, porque muchas personas son esclavas de sus pasiones y de sus malos
hábitos, y son una fábrica de hacer mal a otras personas y así mismas, aunque
ellos lo toman como bien y bienes…?
3.
Al final te juzgas, consciente o inconscientemente como juzgas a los demás, y
juzgas a los demás como te juzgas a ti mismo. En definitiva, no olvidemos que
la lengua ha matado a más personas que las espadas… por tanto, controlemos la
lengua, controlemos el interior que mueve a la lengua, y nos haremos mucho bien
a nosotros mismos, y posiblemente también a los demás… No olvidemos que un
juicio o sentencia temeraria, puede causar un mal enorme en otras personas, que
puede durarle años y décadas… Y si has sido juzgado temerariamente, tú actúa
con rectitud y con moralidad, y al final, todo lo malo se olvidará y el bien
triunfará, aunque sea limitadamente…
twitter.com/jmmcaminero
©
jmm caminero (02-15 marzo 2016 cr).
Fin
artículo 499º: “Juicios temerarios”.
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Env. y publ. 15 marzo 16 al
Dia Digital.es CLM.
Env.
y publ. 15 marzo