No
soy más que usted, ni sé más que usted. En algunas cosas sé más que usted, en
otras menos, en la mayoría igual o similar a usted.
No
tengo derecho a hacer perderle a usted un minuto de su existencia, escribiendo
frases huecas y vacías. Pueden que sean falsas pero son verídicas.
Sé
que he fracasado como escritor, como pintor, como pensador, como filósofo y en
otras cosas. Pero no sé por qué he fracasado o no lo sé todo.
Solo
he querido observar y pensar y escribir y hacer arte en libertad, respetando
las leyes de mi país y la moral tradicional de siglos. ¿Es un delito?
Si
quiere usted polémica existen cientos de colectivos y grupos y docenas de
ideologías que están deseándolo, déjenme a mí en paz.
No
tengo edad, ni intención, ni poder suficiente para intentar polemizar con
nadie, con nadie es nadie. Ni deseos.
¿Cuándo
es una frase verdadera, cuándo le afecta a usted o usted está de acuerdo, cuándo está usted en desacuerdo?
No
sé si me queda un día o mil o diez mil, pero ya sé que estoy en la recta final.
Déjenme el último intento de buscar mayor verdad y bondad y utilidad.
No
puedo enseñarle a usted nada, solo puedo enseñarle las miles de preguntas que
llevo aliñadas con miles de dudas y miles de datos…
Alguien
que respeta las leyes y respeta la moralidad tradicional déjenle que camine
libremente por los vericuetos del espíritu. Déjenle en paz.
Todos
hablan de libertad, pero cuándo se encuentran con alguien que modestamente,
defiende su pequeña libertad, se rasgan las vestiduras.
Toda
la vida silenciado porque no he rechazado las cuestiones metafísicas, ni las
científicas, ni las filosóficas, ni las artísticas, ni las culturales…
No
es un delito combinar modestamente ciencia y filosofía y
espiritualidad-religiosidad y arte-estética y culturas. No es un delito.
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