¿Cuándo
un acto o un deseo o una pasión o una emoción o una idea o un concepto es
desordenado según la verdad de su realidad, según el bien moral, según una mínima
religiosidad-espiritualidad?
¿Cuándo un acto, sea pensamiento o
deseo o pulsión o emoción o acto en sí, o palabra es desordenado? ¿Cómo sabemos
cuándo esos “actos” de pensamiento, palabra, deseo, acción son desordenados,
según la verdad y la realidad, según la bondad y el bien moral y ético, según
el bien religioso o espiritual, aunque sea mínimo éste último?
¿O no existen actos desordenados, de
pensamiento o de acto en sí, o de deseo o de pulsión o de palabra, cada uno con
su autonomía o su libertad o su voluntad o sus palabras hace lo que cree
conveniente…?
¿Entonces toda la libertad humana,
toda libertad humana, toda autonomía humana, toda voluntad humana es igualmente
aceptable según la verdad en sí, o la verdad del objeto, según el bien y la
bondad moral y ética, según una mínima espiritualidad-religiosidad…?
¿Es lo mismo ocho que ochenta, es lo
mismo, que restriegues un calcetín de veinte días sin lavar puestos, por el
rostro de un niño, que le regales un caramelo…?
¿¡…!?
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