MICRORELATOS.
El
abismo del líquido del recipiente.
Se asomó al cuello de la
botella, enrojecida la cabeza-corazón-alma por recuerdos-memorias. Se perdió en
el volcán de las percepciones-ideas-conceptos, en la tarta de los deseos y
pasiones y pulsiones. Se asomó al cuello de la botella, introduciéndose en ella,
en la mar salada de la historia. Se alejó de sí mismo. Nunca encontramos su
cadáver. Solo algunas ropas.
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El
misterio de la palabra en el Misterio.
Tecleó las rojas letras
del amor y desamor. Rompían las frases casándose con las ideas. En aquel tálamo
de ser y pensar y sentir y desear. Surgían como seísmos palabras con imágenes
que retozaban a la luz de los valles de la espera y esperanza. Habían estado
los corazones olvidados, dormidos en las siestas de su mundo. Tecleó la
Olivetti vieja y anciana como él, con la que había intentado descifrar los valles y ríos y laderas y montañas y abismos
de un alma de carne y mente. Ese era el misterio: su propio ser y estar,
semejante al tuyo.